¿Cómo promover servicios de cuidado infantil de alta calidad a escala en América Latina?

  • 1 julio 2017
  • 6 minutos de lectura
Foto: Cortesía del programa nacional Cuna Más, Perú

En América Latina, hemos experimentado una rápida expansión de los servicios de cuidado infantil con financiación pública para niños menores de 3 años de edad. Aunque el hecho de que las madres trabajen hace que aumenten los ingresos de la familia y, en consecuencia, mejora el bienestar de los niños, esta nueva realidad sobre la atención a la primera infancia plantea importantes preguntas de política.

En países como Brasil, Chile, Colombia, Ecuador y Uruguay, al menos el 40% de los niños de 3 años utilizan servicios de cuidado infantil y, en algunos de esos países, la proporción de uso de estos servicios entre los niños de 2 años es similar.

El aumento de la demanda de servicios de cuidado infantil responde, en parte, a los cambios demográficos de las familias latinoamericanas: aumento de la urbanización, menos familias numerosas y una mayor participación de la mujer en el mercado laboral. Entre 1999 y 2014, en América Latina la participación laboral femenina pasó del 58% al 65% (Duryea y Robles, 2016), un cambio que se refleja en todos los niveles educativos y también entre las mujeres con niños menores de 5 años (Berlinski y Schady, 2015).

¿Qué es el cuidado infantil de alta calidad?

Hay muchos estudios sobre los principales elementos que caracterizan un cuidado infantil de calidad. Los expertos suelen distinguir entre los aspectos estructurales de la calidad y la calidad de los procesos. La calidad estructural se refiere a la infraestructura, la disponibilidad de materiales, las calificaciones profesionales del personal que cuida a los niños y la cantidad de niños por cuidador. La calidad de los procesos se centra en la naturaleza de las interacciones que se producen entre los cuidadores y los niños. Para los niños pequeños, las interacciones de calidad tienen que ser frecuentes, receptivas a sus intereses, ricas en lenguaje, cálidas, y sensibles a sus necesidades. La calidad estructural es importante para garantizar condiciones de seguridad e higiene adecuadas. Además, la calidad de procesos y la calidad estructural están interrelacionadas: por ejemplo, en un entorno con pocos cuidadores por niño, resulta más difícil ofrecer interacciones frecuentes e individualizadas. Según los estudios realizados, la calidad de los procesos es crucial para que los servicios de cuidado infantil logren impactos sobre el desarrollo infantil que sean sostenibles en el tiempo, por lo que no se deberían hacer concesiones en este tema. La evidencia disponible en América Latina es poco halagüeña, ya que apunta a niveles muy bajos de calidad de procesos (Berlinski y Schady, 2015).

La relación entre la calidad de los cuidados y el desarrollo infantil

En una publicación reciente, mis colegas y yo estudiamos la relación entre la calidad de los procesos y el desarrollo infantil (Araujo y otros, 2017). Examinamos los datos del mayor proveedor de servicios públicos de cuidado infantil en las zonas urbanas de Perú, el programa Cuna Más, y evaluamos la calidad de los procesos en las aulas: recopilamos datos sobre la calidad de dos aulas en cada uno de los 291 centros analizados. Aplicamos el Sistema de Puntuación para la Evaluación en el Aula (CLASS) (La Paro y otros, 2012), un instrumento bien conocido que se ha utilizado en América Latina para medir la calidad de los procesos en las aulas y que se centra en las interacciones adulto–niño. Además, visitamos a los niños de las aulas estudiadas en sus hogares, donde aplicamos las escalas de resolución de problemas, motricidad fina y comunicación de la tercera edición de la Prueba Edades y Etapas (ASQ-3) (Squires y otros, 2009), una prueba de tamizaje que se ha utilizado en la región para varios estudios a escala.

Comparamos la calidad de los procesos y el desarrollo infantil de los niños de las distintas aulas de un mismo centro y descubrimos que la magnitud del desarrollo de los niños era un 7% de una desviación estándar mayor cuando el cuidador ofrecía una desviación estándar adicional en su calidad de procesos. Asimismo, detectamos que los cuidadores con más años de educación no eran más eficaces a la hora de fomentar un mejor desarrollo infantil, pero que sí lo eran los que tenían más años de experiencia.

¿Qué hacer para que los programas ofrezcan cuidado infantil de calidad a escala?

  • Ampliar la cobertura sólo si se cuenta con una estrategia para ofrecer servicios de calidad. En muchos países latinoamericanos, la cobertura de los servicios educativos se ha ampliado rápidamente sin hacer hincapié en la calidad de esos servicios, lo cual no funciona cuando se trata de cuidado infantil. Se ha observado que los servicios de cuidado infantil de baja calidad no son inocuos para los menores de 3 años y que, de hecho, pueden afectar de forma negativa a su desarrollo (Berlinski y Schady, 2015). Por lo tanto, la ampliación de la cobertura se debería planificar al tiempo que se mejora y consolida la calidad.
  • Elegir bien los destinatarios. Una conclusión fundamental que se extrae de los estudios de aquellos servicios de cuidado infantil de alta calidad que tienen un efecto a largo plazo en los resultados educativos y el empleo es que se diseñaron para niños de familias muy pobres y vulnerables. Si bien América Latina ha desarrollado unos sistemas de focalización muy avanzados para elegir a los beneficiarios de algunos de sus programas sociales, estos no siempre se aplican al cuidado infantil subvencionado por el gobierno. Los niños de las familias más desfavorecidas son los que tienen más probabilidades de vivir en entornos domésticos de baja calidad, con pocos estímulos y pocas oportunidades de aprendizaje. Y son precisamente ellos los que más se beneficiarían de unos servicios de cuidado infantil de calidad.
  • Ofrecer buenas condiciones de trabajo. El personal de los centros de cuidado infantil suele trabajar en condiciones que no son óptimas. Muchos programas no crean una relación laboral formal con sus empleados, ya que no pagan un sueldo ni ofrecen otras prestaciones. Una cantidad considerable de los trabajadores son voluntarios y, en estas condiciones, es imposible exigir calidad y el cumplimiento de estándares. Además, los cuidadores efectivos y con experiencia tienen incentivos de sobra para abandonar el sector en busca de un empleo mejor con proveedores privados.
  • Contar con mentores. Dado que es posible aprender a proporcionar unos cuidados que se basen en interacciones frecuentes, consistentes y de alta calidad entre el adulto y el niño, se han puesto en marcha planes para reforzar las competencias de los cuidadores mediante la intervención de mentores que los ayudan de forma individualizada. Para llevar a cabo estos planes, se necesitan mentores calificados, capaces de involucrar a los cuidadores y ganarse su confianza. Esta actividad debería desempeñar un papel fundamental en las estrategias de formación continua de los proveedores de servicios de cuidado infantil. Aún se requieren más estudios que revelen qué mecanismos son los más efectivos para implementar a gran escala este tipo de programas con mentores.
  • Mejora continua de la calidad. Los programas sociales se valen de la tecnología para simplificar muchos procesos operativos. La mejora continua de la calidad pasa por contar con datos en tiempo real que puedan desencadenar consecuencias. Para que un sistema de mejora de la calidad funcione, hacen falta cuatro elementos fundamentales: la definición de los resultados concretos que se quieren conseguir; un acuerdo sobre cómo evaluar lo logrado; la detección de los cambios necesarios para alcanzar esos objetivos; y un ciclo de innovación y aprendizaje continuo que se ajuste de manera dinámica.
  • Formar previa a los prestadores del servicio. En América Latina se forman menos profesionales de atención a la primera infancia de los necesarios para responder al aumento de la demanda que experimenta este sector. Además, es posible que haga falta sincronizar el contenido de los programas de formación superior con las mejores prácticas de la disciplina. Para ofrecer servicios de calidad a escala se precisa una coordinación orgánica con los servicios de educación superior encargados de formar a los profesionales del futuro.
  • Diseñar currículos y pautas de aprendizaje temprano. Los currículos desempeñan un papel decisivo a la hora de garantizar la calidad de los procesos. Reflejan un consenso en cuanto a los resultados y también sirven para coordinar los esfuerzos de formación, supervisión y evaluación necesarios para lograrlos. Los currículos son útiles en el día a día de los cuidadores, sobre todo en entornos de baja capacidad, porque proporcionan actividades y materiales estructurados y adecuados para los niños a los que cuidan, y brindan oportunidades para aprender y explorar.
  • Concentrar la atención en la calidad de los procesos. Todo el mundo comprende la necesidad de que haya instalaciones seguras que velen por el cuidado de los niños pequeños en condiciones que garanticen su salud, seguridad y bienestar. Sin embargo, es preciso que las iniciativas de mejora continua de la calidad se centren en la parte que atañe a los procesos y eso no resulta sencillo, porque los políticos podrían preferir la publicidad que genera el hecho de inaugurar centros nuevos. Por esta razón, los especialistas técnicos y académicos tienen que unir esfuerzos con las familias, las organizaciones de la sociedad civil y las comunidades para garantizar que las iniciativas de mejora de la calidad se concentren en lo más importante: ofrecer a los niños pequeños interacciones diarias que sean frecuentes, cálidas, receptivas, ricas lingüísticamente y sensibles a sus necesidades.

Las referencias bibliográficas aparencen en la versión PDF del artículo..

M. Caridad Araujo
Temas Crianza Educación Personal primera infancia

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