En numerosas ciudades del mundo, grandes y pequeñas, hay ejemplos de calles perfectas que permiten a los niños vivir de forma saludable y cómoda sin correr peligro. La guía de diseño Designing Streets for Kids (Diseño de calles para niños), que publicará la NACTO a finales de 2019, contendrá estrategias prácticas para aplicar cambios positivos en las ciudades, así como ejemplos reales de distintos lugares del mundo.
A gran escala, los estándares de planificación y la zonificación determinan la distribución de uso de los distintos terrenos, la ubicación de los destinos clave y la densidad urbana. La inversión en los sistemas de transporte influye en el acceso a la educación de calidad, los espacios públicos al aire libre y los servicios sanitarios. Por su parte, la velocidad del tráfico y la cantidad de espacio destinado a los peatones deciden si los niños y sus cuidadores se sentirán seguros cuando vayan en bicicleta a los centros de cuidado diario, caminen hasta la escuela o se desplacen en transporte público durante las horas punta.
Hasta el más mínimo detalle es importante. El diseño de los edificios, la ubicación de las puertas de entrada y las ventanas y la distribución del arbolado dan forma a nuestras experiencias, lo cual puede determinar nuestra decisión de si ir caminando o en coche. Por ejemplo, la abundancia de puertas y ventanas genera sensación de seguridad, por la presencia de más “ojos en la calle”, mientras que los árboles protegen del calor. Cuando el alumbrado es adecuado, la sensación de seguridad en la calle perdura a cualquier hora del día. Y detalles arquitectónicos como marquesinas y pequeños vanos ofrecen un espacio agradable para que los niños y sus cuidadores se tomen un descanso, coman algo o afronten algún aprieto imprevisto.
La existencia de rampas con un grado de inclinación adecuado facilita que las personas con un carrito de bebé, o con cualquier otro dispositivo de ayuda a la movilidad, se beneficien de la seguridad de las aceras. Cuando las aceras ofrecen un espacio despejado con una anchura de 2,4 metros (siendo 1,8 m el mínimo absoluto), se facilita que las familias se caminen junta s. Si hay espacios para hacer pausas en las aceras, con bancos en lugares estratégicos a la sombra, los adultos pueden parar para dar de comer o mamar a los niños, lo que podría permitirles pasar más tiempo fuera de casa con un bebé.
La elección de infraestructuras y sistemas de movilidad que permitan realizar muchas paradas durante un trayecto puede tener efectos de gran alcance. En las calles más grandes, contar con carriles específicos implica una mayor fiabilidad del servicio de autobuses, de modo que los adultos pu eden dejar a los niños en los centros de cuidado diario y llegar a tiempo al trabajo. Las bicicletas socializadas con asientos para niños permiten a las familias explorar otros barrios o asistir a reuniones que de otro modo les quedarían demasiado lejos, de forma que se favorece su bienestar físico y social. Por su parte, un buen alcantarillado evita los estancamientos, que son sumideros de enfermedades transmitidas por el agua.
Se ha demostrado que el entorno construido influye en el desarro lo y las habilidades cognitivas y puede hacer felices a los usuarios más pequeños y sus cuidadores. Las paradas de transporte público con materiales gráficos y juegos fomentan la capacidad de pensamiento crítico en los niños, además de amenizar las esperas. Al poner plantas aromáticas al pie de los árboles, estimulamos su sentido del olfato y, con un mantenimiento adecuado, los abuelos estarán tranquilos mientras los pequeños interactúan con las plantas durante los paseos por el barrio.
Unos detalles sencillos de diseño pueden mejorar notablemente la experiencia en la calle de los niños y sus cuidadores. Fuente: NACTO
Si bien las superficies continuas son especialmente importantes para garantizar la accesibilidad de peatones y ciclistas, la presencia de pequeños detalles en los patrones de las aceras, marcas o texturas hará que los pequeños aprendan y exploren de forma lúdica durante sus desplazamientos diarios a pie. Además, resulta más fácil decidir cómo desplazarse si hay una señalización clara, que indique cuánto tiempo se tarda en llegar a los distintos destinos andando, en bicicleta o en transporte público.
En resumidas cuentas, las calles de las ciudades tienen que volver a estar centradas en las personas, y sobre todo en los niños, y para ello hay que inspirar a los líderes, informar a los profesionales y empoderar a las comunidades. En cada rincón del mundo, las calles tienen una identidad propia, pero el principio de diseñarlas desde la perspectiva de un niño es universal.