La pandemia de Covid-19 ha supuesto un terremoto devastador para el sistema del cuidado infantil estadounidense, que ya se encontraba en condiciones precarias y no funcionaba para ninguno de los interesados, dados los precios desorbitados para los padres, los salarios bajísimos para los profesionales y la calidad más que discutible para los niños (Mongeau, 2020). Según las encuestas realizadas, los grupos de interés como la Asociación Nacional para la Educación de los Niños Pequeños (NAEYC) calculan que en EE. UU. se perderán de forma permanente entre un tercio y la mitad de los servicios de cuidado infantil.
En consecuencia, numerosas organizaciones han empezado a hablar de construir un sistema nuevo y mejor, tal como ha escrito el CEO y director gerente de avance político y profesional de NAEYC:
La recuperación económica pasa por reinventar la forma de financiar y estructurar los sistemas que hacen posible un cuidado infantil de alta calidad. (Allvin y Hogan, 2020)
Comisión Estatal de la Condición de la Mujer ha publicado un plan que hace un llamamiento explícito a una recuperación económica “feminista”, entre cuyos componentes clave se encuentra un sistema de cuidado infantil eficaz y equitativo. En el plan (Building Bridges, Not Walking on Backs: A feminist economic recovery plan for COVID-19), se declara lo siguiente:
La recuperación económica no debería recaer sobre las espaldas de las mujeres. Covid-19 y las normas que se han implementado para frenar su propagación están condicionando en gran medida las relaciones socioeconómicas aquí en Hawái y en otros muchos lugares. […] El escaso valor que se atribuye al cuidado no es natural, pero tiene orígenes políticos. El cuidado, que se asocia con el mundo femenino (se da por hecho que son las mujeres quienes realizan estas tareas), es imprescindible para la producción económica. Sin embargo, está separado de dicha producción, lo que supone subordinar a las mujeres en la estructura de la sociedad. […] En lugar de apresurarnos a reconstruir el statu quo de desigualdad, deberíamos fomentar una transición estructural profunda hacia una economía que dé más valor al trabajo que sabemos que es esencial para nuestro sustento.
(Comisión Estatal de Hawái de la Condición de la Mujer, 2020)
El plan hace un llamamiento para que se garantice un cuidado infantil universal, gratuito y público, con paridad salarial entre los educadores de la primera infancia y los de la enseñanza pública. Además, aboga por programas complementarios como las bajas remuneradas por motivos familiares. Este objetivo tan audaz es de agradecer, pues en ningún estado de los EE. UU. hay algo que se asemeje a un sistema de cuidado infantil gratuito y universal (y entre los candidatos a las primarias del Partido Demócrata de 2020, solo el senador Bernie Sanders instaba a adoptar un enfoque de este tipo). Aunque el informe no detalla aspectos como el modo de financiar el sistema y de garantizar la calidad, abre el debate sobre una nueva forma de pensar en lo que la sociedad debe a las mujeres y a los niños.
Si se adopta un enfoque feminista para reconstruir un sistema de cuidado infantil de calidad, además de corregir las desigualdades entre sexos, se favorecerá el desarrollo infantil y la preparación de los niños para la escuela de tres formas:
- Está científicamente demostrado que existe una correlación entre los niveles de estrés de los padres y los resultados de los niños. Según un artículo del New York Times:
Con la epidemia de coronavirus, los progenitores estadounidenses prácticamente han duplicado el tiempo dedicado a las tareas del hogar y educativas (de 30 horas semanales antes de la pandemia a 59 durante la crisis) y las madres invierten por término medio 15 horas más que los padres, según un informe de Boston Consulting Group. (Cohen y Hsu, 2020) El aumento de la carga que soportan las madres en materia de cuidado infantil no facilita que se alcancen los objetivos de la educación temprana.
- La falta de servicios de cuidado infantil impide trabajar a muchas mujeres, pues numerosas familias con ingresos medio-bajos no pueden permitirse programas de calidad para sus hijos. Según un informe de 2019 del Centro para el Progreso Americano:
Entre las madres que no encontraron un programa de cuidado infantil, la probabilidad de tener un empleo era considerablemente menor que entre aquellas que sí contaban con un programa de este tipo, mientras que esta cuestión no tenía ninguna consecuencia para el trabajo de los padres. (Schochet, 2019)
- Más del 90% de quienes trabajan en el ámbito del cuidado infantil son mujeres, y muchas de ellas tienen hijos pequeños (Becker, 2020). Se calcula que con la pandemia se han perdido un tercio de los empleos del sector del cuidado infantil, que contaba con más de 2 millones de profesionales, lo que significa que cientos de miles de familias se han visto afectadas. Como estos trabajos suelen estar mal pagados, la situación de estas familias mejoraría si se aumentasen los salarios y mejorase el estatus del personal que se dedica al cuidado infantil.
Aunque es prácticamente imposible separar la cuestión del cuidado infantil de los asuntos de las mujeres, en el sector no se suele adoptar un enfoque explícitamente feminista ni desde el punto de vista estratégico ni desde el lingüístico. El ejemplo de Hawái es prometedor como demostración de que un cuidado infantil de calidad y gratuito puede ser una política fundamental para que por fin se dé al cuidado el valor que merece y se garantice la igualdad de las madres.
Se pueden consultar referencias en la versión en PDF del artículo.