La pandemia de Covid-19 ha parado el mundo. El virus SARS-CoV-2 se ha propagado por todas partes y nos ha obligado a interrumpir nuestro día a día, detener proyectos importantes y encauzar toda nuestra energía hacia esta trágica emergencia histórica. La situación nos obliga a mirar el presente y el futuro desde un nuevo punto de vista. Pedimos a los niños y los adultos de todas las edades que adopten comportamientos que contribuyan a evitar la transmisión rápida de la enfermedad y el colapso de los sistemas sanitarios. Exigimos a los líderes preparación, sensibilidad, objetividad y capacidad para tratar a los enfermos, buscar tratamientos y vacunas y salvaguardar los medios de subsistencia de la población. Asimismo, es imprescindible que se muestren comprensivos con la angustia de los ciudadanos, los animen y los orienten para avanzar hacia un nuevo futuro.
En mi país, Brasil, la enfermedad se ha propagado a una velocidad alarmante. Aquí el virus se encontró con una población ya en condiciones de sufrimiento: 52,5 millones de personas (25,3%) viven en la pobreza y otros 13,5 millones (6,5%) en la pobreza extrema.1 Entre la población activa, 11,6 millones de personas están en paro (11%) y 38,4 millones (41%) trabajan en la economía informal (Moreira y Gaier, 2020; Garcia, 2020). La mayoría de estas familias viven al día: lo que ganan hoy les da de comer mañana. Debido a la pandemia, millones de ciudadanos se han sumado a quienes ya se encontraban en esta situación al perder el trabajo o parte de sus ingresos debido a la necesidad de quedarse en casa para reducir el riesgo de infección.
Brasil tiene 18 millones de habitantes de entre 0 y 6 años. No solo el 29% de ellos vive en la pobreza, sino que el 23% se cría en viviendas precarias, donde el hecho de quedarse en casa (la única medida viable para frenar la pandemia) no implica necesariamente estar protegidos. Para el 41% de estos niños y niñas, la ausencia de unas condiciones mínimas de higiene siempre ha constituido una amenaza. Ahora el riesgo se multiplica debido al avance de un virus que, en menos de dos meses, ha acabado con las vidas de más de 12 000 madres, padres, abuelos y hermanos.2
Por desgracia, la respuesta del gobierno federal a este tremendo desafío se ha caracterizado por el negacionismo y el rechazo a implementar medidas urgentes cruciales. No hace falta mencionar aquí ejemplos de este comportamiento irresponsable, pues la prensa internacional ya ha informado al respecto, para bochorno de los brasileños. Sin embargo, sí conviene señalar un efecto directo de esta falta de liderazgo: cuando más importantes habrían sido la coordinación y la comunicación entre los ámbitos federal, estatal y municipal de la administración pública, aquí nos encontramos con directrices contradictorias y, aún peor, declaraciones explícitas contra las medidas de distanciamiento interpersonal. La tarea de limitar las actividades económicas y pedir a la gente que se quede en casa, ya complicada de por sí, se vuelve aún más difícil cuando la autoridad central sabotea constantemente todo intento en esta dirección.
Un contexto complicado
“Además de las dificultades ya existentes, Boa Vista ha sufrido más que el resto de Brasil la crisis humanitaria que surgió en la vecina Venezuela en 2015.”
La situación de carestía y dificultades es especialmente desalentadora en mi estado, Roraima, situado en el extremo septentrional del Brasil, y especialmente en su capital, Boa Vista, la ciudad que gobierno. Aquí vive el 65% de la población de todo el estado, y el restante 35% también tiene que acudir a la capital si necesita servicios más especializados. Los 600 000 habitantes de Roraima solo cuentan con 30 camas de cuidados intensivos en el único hospital público gestionado por el gobierno estatal. Las cifras de personas que viven por debajo del umbral de la pobreza (32,6%) y que dependen de la economía informal (47,1%) en Roraima superan la media nacional (G1-RR, 2019; Garcia, 2020). Y no se puede esperar gran cosa del gobierno estatal, sumido en una larga crisis que limita su capacidad de gestión, lo que aumenta la presión sobre la administración municipal.
Además de las dificultades ya existentes, Boa Vista ha sufrido más que el resto de Brasil la crisis humanitaria que surgió en la vecina Venezuela en 2015, pues acogió al 40% de los venezolanos refugiados en nuestro país, con lo que en solo tres años se sumaron 60 000 personas a una población de 340 000 habitantes. Estos nuevos residentes (en torno al 15% de la población) se convirtieron en ciudadanos de Boa Vista a todos los efectos.
Hemos prestado especial atención a los niños. Desde 2013, Boa Vista diseña e implementa políticas integrales para la primera infancia, basadas en la idea de que invertir a gran escala en el desarrollo infantil es una de las mejores formas de superar problemas sociales históricos. En la actualidad, el programa Familia Que Acolhe (Familia que acoge) atiende a 1746 mujeres embarazadas o con hijos de hasta 2 años, 777 de ellas venezolanas. En las escuelas públicas municipales, 6101 (el 13,8%) de los 44 025 estudiantes proceden de familias venezolanas.
Así, Boa Vista ya se había convertido en el escenario de un desafío excepcional incluso antes de la pandemia. Con el presupuesto más bajo de todas las capitales de estado brasileñas (menos de 120 millones de dólares, lo equivalente al presupuesto de 2019 de la Secretaría Estatal de Educación de Roraima), la ciudad tenía que gestionar unos servicios públicos sobrecargados, sobre todo la sanidad. En el Hospital da Criança (Hospital de los Niños), de administración municipal, entre 2015 y 2019 el número de pacientes venezolanos se multiplicó por 16 (de 1719 a 28 196).
Los primeros dos casos de Covid-19 en Boa Vista se registraron el 21 de marzo de 2020. Unos 50 días más tarde, el número de infectados superaba los 1400 y había 31 fallecidos. Siguiendo las directrices de la Organización Mundial de la Salud, desde los primeros días interrumpimos las actividades no esenciales y adoptamos medidas rigurosas de confinamiento. Pronto nos dimos cuenta de que, como era previsible, algunas personas se negaban a respetar las restricciones, envalentonadas por el mensaje divisivo que llegaba de la capital federal. La pandemia también alimentó la xenofobia contra los venezolanos, a quienes se acusó de provocar contagios a raíz del diagnóstico positivo de un bebé refugiado.
Los niños, el futuro de la humanidad
Como ocurre en todo el planeta, la lucha contra el virus es constante en Boa Vista, y no sabemos cuándo volverá la normalidad. Pero tenemos un rayo de esperanza que nos infunde confianza en estos tiempos de incertidumbre. He llegado a la conclusión de que pensar en los niños es una forma natural de pensar en todo el mundo y que considerarlos una prioridad acaba beneficiando a la mayor cantidad de personas posible. Cuando decidimos convertirnos en la “Capital de la Primera Infancia”, mejoró la eficiencia de la ciudad. A pesar de las presiones, el municipio consiguió ajustar los gastos al presupuesto y seguir ofreciendo sus servicios (Prefeitura Boa Vista, 2020).
El Hospital da Criança ha aumentado el número de camas de cuidados intensivos y cuenta con personal cualificado para tratar a niños y adolescentes de hasta 16 años. Hay un área específica para indígenas, donde se respetan las tradiciones de cada grupo étnico. Desde que se conocieron los primeros casos de Covid-19 en Boa Vista, en el hospital se ha tratado a 13 niños, cuatro de ellos indígenas y cinco de familias venezolanas. Se ha contratado a 237 profesionales más para trabajar en otros centros sanitarios.
El programa Familia Que Acolhe, un elemento central de la política integral para la primera infancia, sigue en funcionamiento para fomentar la salud durante el embarazo y la crianza. Los encuentros cara a cara con las madres se han suspendido para evitar la transmisión de la Covid-19, pero el contacto continúa mediante las visitas en las que se distribuye leche en polvo, alimentos básicos y productos de limpieza e higiene a 4500 familias. El razonamiento es muy sencillo: nosotros nos ocupamos de los cuidadores y, en consecuencia, estos cuidan bien a los niños.
En los ámbitos de la asistencia social, la educación y la salud también se recurre a las visitas diarias para brindar apoyo y protección. Se han creado centros de atención telefónica para supervisar los casos vulnerables y actuar en caso de necesidad. Ante el cierre de las escuelas, se ha ideado el programa online @Aprendendo em CasaBV para facilitar actividades pedagógicas a distancia por Instagram. Los profesores municipales han elaborado contenido específico según el tipo de enseñanza (educación infantil, primaria, especial u orientada a indígenas). En casa, los niños realizan tareas sencillas enfocadas al aprendizaje y la interacción social en familia. El programa enseña a los padres y cuidadores actividades como crear juegos y utilizar objetos cotidianos con fines lúdicos.
Antes de la pandemia, dialogábamos constantemente con la sociedad, tanto en reuniones presenciales organizadas en barrios como en las redes sociales. Ahora hemos cancelado los encuentros físicos, pero hemos intensificado la comunicación por Internet, priorizando las directrices y la información de tipo sanitario. Esta interacción también ha sido importante para empatizar con los sentimientos de las personas en estos tiempos tan difíciles. La incertidumbre y el miedo suelen generar tensión y desembocar en la necesidad de encontrar “enemigos” a los que culpar.
Intento transmitir a la gente que las diferencias son enriquecedoras y nos ayudan a avanzar. Les hablo del valor y la fuerza del personal de salud y de quienes llevan comida y otros bienes a las familias más vulnerables, trabajando para todo el mundo con la misma entrega. Les recuerdo la valentía y la determinación de todos los profesionales que prestan servicios esenciales para convencer a las personas de que se cuiden a sí mismas y a los demás, en particular a nuestros niños (todos los niños), de forma que tengan motivos para amar la tierra en que se criaron.
Se pueden consultar referencias en la versión en PDF del artículo.
1 Según los criterios del Banco Mundial, viven en la pobreza quienes subsisten con menos de 5,50 USD al día, mientras que se habla de pobreza extrema cuando la cantidad no supera los 1,90 USD (Nery, 2019).
2 Es muy probable que este número sea mayor si se tienen en cuenta los casos no registrados.