Migración de niños y niñas pequeños a suburbios peligrosos por el cambio climático

Las familias de agricultores emigran a asentamientos informales, donde se encuentran con nuevos problemas climáticos

  • 25 noviembre 2021
  • 5 minutos de lectura
Foto: Cortesía de Vlad Karavaev/Shutterstock

En 2013, una sequía devastadora obligó a numerosos pequeños agricultores keniatas a abandonar sus tierras y emigrar a entornos urbanos. En ese momento, el 84 % de la superficie del país ya pertenecía a zonas clasificadas como áridas o semiáridas (Organización Internacional para las Migraciones, sin fecha).

Aquella sequía no fue excepcional. Desde 2013, las agencias de la ONU han alertado repetidas veces sobre la escasez de lluvia y el incremento de indicadores asociados, como la malnutrición, en Kenia (por ejemplo, con el llamamiento de 2019 de la Organización para la Agricultura y la Alimentación, UNICEF y el Programa Mundial de Alimentos). Al mismo tiempo, en el Valle del Rift, que atraviesa la parte occidental del país de norte a sur, el agua de los lagos ha llegado a inundar viviendas e instalaciones comerciales (Baker, 2021).

Para las familias que viven de la agricultura, que ven cómo el cambio climático y los fenómenos meteorológicos extremos van destruyendo su medio de vida, la única opción suele ser emigrar a entornos urbanos. En países de renta media y baja como Kenia, con frecuencia acaban en asentamientos informales (algunas de las familias afectadas por la sequía de 2013 se trasladaron a Mukuru, un gigantesco asentamiento informal situado en la periferia de Nairobi.

En todo el mundo, aproximadamente mil millones de personas clasificadas como “población urbana pobre” (más de un tercio de ellas son menores o adolescentes) viven en asentamientos informales, es decir, barrios construidos sin permiso y muchas veces sin respetar las normas de planificación y zonificación.

En estos asentamientos, la vida cotidiana es dura. La mayoría de los y las habitantes viven en barracones construidos con materiales inadecuados o de baja calidad, sin red de agua potable ni alcantarillado y con conexiones al suministro eléctrico que suelen ser ilegales. Por lo general, les resulta difícil acceder al sistema sanitario, viven en condiciones inseguras y con el riesgo constante de ser desahuciados.

Quienes acaban de llegar a los suburbios tienden a sufrir condiciones de vida especialmente desfavorables por carecer de apoyo familiar y social, una ayuda con la que sí suelen contar quienes llevan más tiempo viviendo allí. Y como lo habitual es que las personas desplazadas tengan muy pocos recursos, acaban en las zonas más marginales, donde los alquileres son más baratos.

El cambio climático dificulta aún más el día a día

Después de emigrar a los suburbios debido al cambio climático, las familias se dan cuenta de que ese mismo cambio climático multiplica los riesgos y las dificultades con los que se encuentran en su nuevo entorno.

Las duras tareas diarias de los padres y las madres que viven en casas maltrechas (abastecerse de agua potable, gestionar los residuos y excrementos y, en general, velar por la higiene y la seguridad de sus hijos e hijas) suponen una fuente de estrés extremo para la salud mental (Bartlett, 2021). Así, corren el riesgo de sufrir ansiedad y depresión, lo cual a su vez afecta gravemente a la calidad del cuidado que dedican a sus hijos e hijas (Patel y Arthur, 2003).

‘Las duras tareas diarias de los padres y las madres que viven en casas maltrechas suponen una fuente de estrés extremo para la salud mental’

Con frecuencia, los suburbios urbanos se construyen en terrenos considerados inadecuados para las viviendas formales, porque están contaminados debido al uso que se les daba previamente o porque hay riesgo de que se produzcan derrumbes en caso de lluvia intensa y prolongada (algo que aumenta con el cambio climático). Además, las lluvias fuertes también pueden provocar inundaciones repentinas en calles angostas abarrotadas de desechos, lo que hace que ciertos barracones se vuelvan inhabitables y pone en especial peligro a los niños y niñas más pequeños, que pueden ahogarse.

Los suburbios también se ven afectados de forma desproporcionada por los fenómenos meteorológicos extremos, ya que las construcciones carecen de la solidez necesaria para resistir a los elementos, no tienen buenos sistemas de alcantarillado y no permiten el acceso de los vehículos de emergencias. Los riesgos relacionados con las inundaciones afectan en especial a los suburbios de ciudades donde son frecuentes los ciclones o los huracanes, y a los que están situados en zonas costeras, cuencas hidrográficas o a orillas de ríos (Bartlett y otros, 2021).

El cambio climático también hace que aumente la probabilidad de olas de calor y periodos de sequía prolongados. Y cuando no llueve, los incendios se propagan con rapidez en caso de gran densidad habitacional. En las zonas urbanas de mayor densidad, las altas temperaturas también pueden desembocar en estrés térmico y hacer que aumenten las enfermedades transmitidas por vectores y por el agua. Por otro lado, con el calor empeora la contaminación, con lo que se agravan aún más las condiciones en los asentamientos informales, donde las calles sin pavimentar y la higiene deficiente hacen que el aire se llene de polvo y materias fecales.

Todo esto afecta en especial a los niños y las niñas de menor edad, pues sus órganos y sistemas inmunitarios aún se están formando, tienen un metabolismo más rápido y son más proclives a la deshidratación y más sensibles a las toxinas. Se crían en condiciones que perjudican su bienestar y su desarrollo a largo plazo.

Un movimiento que aboga por un cambio

A pesar de todo, algo está cambiando. En el Sur Global se están forjando redes que trabajan en contacto directo con la población urbana pobre. Suelen basarse en grupos de ahorro, que les proporcionan los medios para mejorar las condiciones de sus hogares. Muchos utilizan los datos recabados por miembros de la comunidad para negociar con el gobierno local y encontrar formas de colaborar para mejorar las infraestructuras y los servicios de sus barrios.

Construcciones abandonadas, en parte sumergidas, a orillas del lago Baringo (Kenia). El nivel del agua de los lagos del Valle del Rift ha subido desde 2011. Foto: Jack Makau/Muungano wa Wanavijiji

Uno de esos movimientos es el de Shack/slum Dwellers International (SDI), una federación activa en 33 países. Durante la última década, su trabajo se ha centrado cada vez más en reducir el impacto del cambio climático entre los y las habitantes de asentamientos informales. Ahora SDI trata con las autoridades municipales temas como la resiliencia.

En Kenia, la cuestión de los asentamientos informales tiende a considerarse un problema relacionado solo con la vivienda, pero SDI está tratando de cambiar la situación mediante un proceso de planificación participativa para el asentamiento informal de Mukuru. Así, ha contribuido a desarrollar un plan para mostrar el gobierno cómo transformar un barrio co estrategias de resiliencia climática, en lugar de concentrarse únicamente en la vivienda (Sverdlik y otros, 2019).

El cambio climático está transformando el mundo en que vivimos. Conforme se materialicen los planes diseñados para Mukuru, las familias keniatas que se han desplazado recientemente a este suburbio tal vez tengan un futuro más seguro.

Puede encontrar todas las referencias bibliográficas en la versión PDF del artículo.

Lucy Earle Responsable de investigación, Human Settlements Group, International Institute for Environment and Development

Londres, Reino Unido

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