América Latina tiene un prolífico historial en el desarrollo de sistemas, políticas y programas que reconocen la importancia de la inversión y la acción intersectorial en primera infancia. En algunas ocasiones, fueron adaptaciones de modelos europeos y norteamericanos (como Head Start, BankStreet, High Scope y Reggio Emilia, entre los más populares), y en otras, se diseñaron modelos autóctonos que respondían a necesidades específicas de la diversidad regional.
Con la creciente conciencia social sobre la importancia del desarrollo de la primera infancia, un breve repaso a las experiencias de la región en este ámbito puede ayudar a entender los retos que supone llegar a la totalidad de niños en situación de vulnerabilidad. Muchas de estas experiencias en América Latina se adelantaban al nuevo Marco de Cuidado Cariñoso y Sensible (Nurturing Care Framework), que recoge un conjunto de metas, acciones y políticas necesarias para garantizar que cada niño y niña tenga un comienzo justo en la vida. El Marco ofrece a los países una plataforma en la que se favorece la coordinación entre los distintos sectores e instituciones.
En los años sesenta y setenta, con la industrialización de la región y en un marco de políticas de reducción de la pobreza, los programas para primera infancia estaban principalmente enfocados a la necesidad de proveer servicios de cuidado diario en beneficio de la mujer trabajadora. Sin embargo, la calidad del servicio seguía limitada a pocos casos de demostración, y se desvanecía durante la expansión masiva. Los Hogares Comunitarios de Colombia, los Wawa Wasi de Perú y los Hogares de Cuidado Diario de Venezuela fueron buenos ejemplos de esa época.
En los años ochenta, con el incremento del activismo por los derechos para la infancia, los componentes de desarrollo integral ganaron terreno y comenzaban a dominar el diseño de los programas. Se abrieron debates sobre enfoques conceptuales y metodológicos en torno a la capacidad de los niños de construir su propio aprendizaje y el rol mediador de sus cuidadores primarios. Lamentablemente, fue también la “década perdida” económicamente para América Latina. Mientras que muchos programas públicos ampliaban su cobertura, su foco continuaba siendo limitado y centrado en índices de supervivencia, nutrición y servicios de cuidado diario para madres trabajadoras.
A partir de los años noventa, se consolidó el foco de políticas para infancia basadas en el interés en la infancia por sí misma. La Convención de Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño, la difusión de las ciencias del cerebro y los encuentros regionales intergubernamentales promovidos por la Organización de Estados Americanos, agencias internacionales y redes nacionales y regionales de defensores de la primera infancia, dieron un gran impulso a la promoción de programas intersectoriales. De esa década es el programa nacional cubano Educa a tu Hijo, que integra educación y salud en un esquema que combina la visita domiciliaria con la de centros de atención a niños de 0 a 3 años. Este programa se convirtió en un referente para otros en la región, como México (CENDIS) y Brasil (Primeira Infância Melhor).
“América Latina tiene un prolífico historial en el desarrollo de sistemas, políticas y programas que reconocen la importancia de la inversión y la acción intersectorial en primera infancia.”
En el nuevo milenio aparecen modelos de políticas intersectoriales dedicadas a la infancia que abren el camino para la implementación del Marco de Cuidado Cariñoso y Sensible. En Chile, bajo el liderazgo de Michelle Bachelet, se crea una política intersectorial de programas de apoyo a la primera infancia: Chile Crece Contigo. En Colombia, es el presidente Santos quien promueve una política de atención integrada, para niños de 0 a 5 años, basada en una gestión cooperativa pública y privada, y en una ruta de servicios intersectoriales para la primera infancia. En Brasil, el programa Criança Feliz, basado en visitas domiciliares de acompañamiento y apoyo a familias vulnerables, y que se expande a un ritmo vertiginoso, es el reflejo del marco legal aprobado en 2016 que favorece la coordinación entre todos los sectores que afectan a esta población. En Perú, se suma Cuna Más, un programa de acompañamiento familiar donde se consolida el reconocimiento del cuidador primario como objetivo de la intervención en programas masivos.
La experiencia latinoamericana en políticas intersectoriales para la primera infancia hunde sus raíces en las primeras innovaciones de las décadas pasadas. Estas innovaciones y los encuentros regionales han facilitado el surgimiento de nuevas generaciones de profesionales y promotores de la infancia que ven el Marco de Cuidado Cariñoso y Sensible como una oportunidad para consolidar las lecciones aprendidas y afrontar destacados retos como mantener la calidad, el registro, evaluación y divulgación de buenas prácticas.
En resumen, si bien los aportes conceptuales del Marco de Cuidado Cariñoso y Sensible ya se llevan a cabo en algunos países, esta nueva plataforma proporcionará claros beneficios. Servirá de base para la proliferación de marcos legales que garanticen la intersectorialidad de las políticas de infancia a lo largo de toda la región. Confirmará el acierto de aquellos países que ya han mostrado grandes avances en esta materia. Y, por encima de todo, dará buenos argumentos a quienes abogan por el papel del afecto en la crianza, así como la ineludible tarea de valorar a padres, madres y cuidadores primarios desde las políticas públicas.
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