La Covid-19 es una enfermedad nueva con características inusuales y ha obligado a los responsables de las políticas a tomar decisiones con rapidez sin contar con datos fiables. En particular, solo podían intuir los beneficios y los costes del cierre de los colegios y los centros de cuidado infantil. No sabían a ciencia cierta en qué medida contribuyen los niños a la transmisión del coronavirus ni hasta qué punto perjudicarían a su bienestar estos cierres, ni cómo afectaría a los cuidadores un bloqueo económico de mayor calado.
Necesitamos con urgencia comprender mejor ambos asuntos con vistas a posibles futuras oleadas de Covid-19. También hace falta más información sobre la segunda cuestión para analizar con conocimiento de causa la relación costesbeneficios en caso de futuras pandemias, cuando de nuevo las sociedades se pregunten si hay que confinarse.
El estudio Generation R Next es un programa de investigación longitudinal realizado en Rotterdam con niños pequeños. Empezamos a reclutar embarazadas en 2017 y ahora contamos con 4000 madres y casi 2000 bebés nacidos desde entonces. Seguimos buscando participantes, con el objetivo final de llegar a 5000 niños. Este programa continúa el trabajo de Generation R, que comenzó en 2002 la fase de reclutamiento y hoy tiene un grupo de adolescentes de entre 14 y 17 años. Generation R y R Next estudian los factores que afectan al desarrollo infantil con el objetivo de que se tengan en cuenta en las estrategias de la política pública. Ahora estos programas nos ayudan a analizar los efectos del coronavirus y de las consiguientes medidas gubernamentales en los niños y sus familias.
Desde los comienzos de la pandemia, se sabía que los niños y jóvenes tenían un riesgo muy bajo de padecer la Covid-19 de forma grave, algo que nadie se esperaba, pues las enfermedades víricas suelen afectar en mayor medida a los más pequeños y a los ancianos. Sin embargo, no estaba claro hasta qué punto la infección y las consecuencias de la infección eran menos probables entre los niños que entre los adultos ni qué factores protegían a los pequeños. Tampoco se sabía con certeza en qué medida los niños infectados pero asintomáticos podían transmitir el virus a otras personas.
En el momento de escribir este artículo, hay varios estudios a pequeña escala sobre estas cuestiones que dan que pensar, pero las pruebas no son lo bastante sólidas como para recomendar políticas de manera concluyente. Será crucial recabar información más clara para tenerla en cuenta al tomar decisiones sobre los riesgos y los costes de mantener abiertos los colegios y centros de cuidado infantil en caso de futuras oleadas de Covid-19.
Estudio de la transmisión del virus dentro del hogar
El estudio Generation R ayudará a conocer mejor el papel de los niños en la transmisión del virus Sars-Cov-2, que provoca la Covid-19. En primer lugar, realizaremos pruebas de anticuerpos a los niños participantes y a sus familias. En el momento de redactar este artículo, hay estudios que apuntan a que aproximadamente un 6% de la población de los Países Bajos tiene anticuerpos, aunque todavía no se sabe si contraer la infección siempre conlleva la generación de anticuerpos ni si la ausencia de anticuerpos siempre implica susceptibilidad. Los estudios de anticuerpos suelen excluir a la población infantil debido a la dificultad logística que supone la extracción de sangre.
Las pruebas de antígenos (es decir, las que detectan si una persona está infectada en ese momento, no si ha tenido el virus en el pasado) serán más importantes para estudiar cómo se transmite el virus dentro de los hogares. Enviaremos a unas 250 familias un breve cuestionario semanal con preguntas sobre posible sintomatología. Cuando un miembro de la familia nos informe de síntomas, nos pondremos en contacto a diario para preguntar sobre su situación y la de sus familiares. Una vez al mes tomaremos muestras con hisopo para comprobar si el virus está presente y realizaremos análisis de sangre en busca de anticuerpos.
La posibilidad de ser enfermo asintomático complica el seguimiento del modo en que se transmite el virus de un miembro del hogar a otro, pero las pruebas periódicas combinadas con el seguimiento de síntomas deberían servir para obtener información útil. Aunque suene irónico, necesitamos una segunda oleada para poder sacar conclusiones de este estudio, pues el nivel de contagios en el momento de escribir este artículo es lo suficientemente bajo como para que sea improbable que se infecte pronto una cantidad de familias significativa.
También recabaremos pruebas sobre qué influye en la probabilidad de que un caso de Covid-19 sea grave. Estudiaremos factores como la genética; las enfermedades subyacentes como la obesidad, el asma y los trastornos mentales; las variables sociodemográficas como la etnia y el nivel de ingresos; cuestiones relacionadas con el estilo de vida como la dieta y el hábito de fumar en el hogar; y variables ambientales como la contaminación del aire y el acceso a espacios verdes.
El efecto de las medidas de confinamiento
“El estudio Generation R ayudará a conocer mejor el papel de los niños en la transmisión del virus Sars-Cov-2, que provoca la Covid-19.”
Como en otros muchos lugares, en los Países Bajos la respuesta a la pandemia de Covid-19 pasó por implementar una serie de medidas que llevaron a bloquear gran parte de la economía y de la sociedad: se cerraron escuelas, centros de cuidado infantil y clubes juveniles y deportivos, mientras que numerosas industrias tuvieron que detener su actividad. Todo ello desembocó en una pérdida de ingresos y generó incertidumbre en cuanto a las perspectivas de futuro en el terreno laboral. Y como las personas mayores se encontraban entre las más vulnerables a la enfermedad y se recomendaba que se aislasen al máximo, los padres ya no podían contar con la ayuda de los abuelos para cuidar a los niños.
De todos modos, el confinamiento en los Países Bajos fue menos estricto que en otros países europeos: por ejemplo, los parques siguieron abiertos y no se limitó la posibilidad de hacer deporte al aire libre.
Con ambos grupos (los adolescentes de Generation R y los niños pequeños de Generation R Next), observaremos el impacto en su salud psicofísica, así como los efectos socioeconómicos y en el estilo de vida. Además de cuantificar estas consecuencias, observaremos ciertos factores que puedan explicar las diferencias en el modo en que se ve afectado cada individuo. Por ejemplo, podrían influir aspectos como la duración del cierre escolar, la salud mental de los cuidadores, la facilidad con que estos concilian el trabajo desde casa y la crianza de los niños, y las diferencias entre subgrupos sociodemográficos (como el hecho de vivir en una casa con jardín o en un piso pequeño sin espacio al aire libre).
Las decisiones de cerrar las escuelas y los centros de cuidado infantil no se basaban en pruebas porque no las había, pues la situación era completamente nueva. No cabe duda de que es crucial recabar pruebas ahora para que quienes tengan que tomar decisiones políticas en el futuro sepan si los diversos costes derivados del confinamiento justifican los beneficios de ralentizar la difusión de un virus. Independientemente de que se trate de otra oleada de Covid-19 o de una futura pandemia desconocida, tarde o temprano las sociedades tendrán que volver a afrontar este tipo de decisiones.