Según la serie de 2016 de The Lancet titulada Apoyando el desarrollo en la primera infancia: de la ciencia a la aplicación a gran escala, se calcula que solo la pobreza y los retrasos en el crecimiento ponen a 250 millones de niños (43%) menores de 5 años de países de renta media y baja en riesgo de no desarrollarse de forma óptima (Lu y otros, 2016). Cuando se suma la exposición a otras adversidades, como la violencia en el país o en casa, aumenta de forma considerable la cantidad de niños en situación de riesgo.
A lo largo de las últimas tres décadas, se ha demostrado científicamente en varias disciplinas que en los primeros años de vida se forman los aspectos más críticos para la salud, el bienestar y la productividad de los niños, adolescentes y adultos (Shonkoff y otros, 2012). En este sentido, resulta fundamental el periodo que va desde la concepción hasta que el niño cumple aproximadamente tres años, que se conoce como “los primeros 1000 días de vida”, cuando el cerebro se desarrolla con mayor rapidez y se establecen cantidades ingentes de conexiones neuronales en respuesta a los estímulos, el cariño y el confort que brindan los cuidadores (Lagercrantz, 2016). Sin embargo, hay que señalar que la formación del cerebro no termina al final de esta fase, así que es importante adoptar un enfoque intergeneracional que se prolongue durante toda la vida. La salud de los jóvenes antes del embarazo influye en el desarrollo del feto, y un buen desarrollo de los niños pequeños afecta positivamente a la adolescencia y la edad adulta que tendrán estos, lo que revertirá a su vez en sus propios hijos.
Entre los factores de riesgo que hacen que el desarrollo infantil no sea óptimo, se encuentran los bajos índices de lactancia materna exclusiva y alimentación complementaria insuficiente; los retrasos en el crecimiento; la escasez de estimulación cognitiva; los problemas de salud mental de los cuidadores; el maltrato y abandono; las discapacidades; y la exposición a la contaminación y las toxinas medioambientales. Los factores de riesgo se encuentran en los hogares, así que la exposición a uno de ellos suele implicar la coexistencia de varios.
Los niños necesitan el cuidado cariñoso y sensible para desarrollar sus capacidades innatas. Es decir, tienen que contar con un entorno seguro que sea sensible a sus necesidades en materia de salud y nutrición, que los proteja de los peligros y malos tratos, y les ofrezca, desde pequeños, oportunidades para aprender y entablar relaciones con personas que se muestren receptivas, brinden apoyo emocional y estimulen su desarrollo. El concepto de cuidado cariñoso y sensible abarca cinco componentes interrelacionados: salud, nutrición, seguridad, atención receptiva y aprendizaje temprano.
Los niños que no reciben un cuidado cariñoso y sensible tienen una mayor probabilidad de sufrir problemas de crecimiento y de salud; aprender menos y dejar los estudios a un nivel más bajo; encontrarse con dificultades a la hora de entablar relaciones de confianza; y ser menos productivos en la edad adulta. Sus ingresos anuales pueden ser cerca de un tercio inferiores a los de sus iguales, lo que desencadena un ciclo de pobreza intergeneracional debilitante (Richter yotros, 2017). Cuando se pone en peligro el desarrollo de la primera infancia, se está amenazando el crecimiento económico, la seguridad y la paz, y el bienestar de las personas. Por el contrario, si se invierte en el desarrollo y la salud de los niños pequeños, se puede alcanzar una ratio entre beneficio y coste de 10 a 1; potenciar el aprendizaje, la adaptabilidad y los ingresos; y reducir de forma considerable en fases posteriores de la vida los trastornos mentales, la violencia, las lesiones involuntarias y las enfermedades no transmisibles (Heckman, 2015).
El sector sanitario desempeña un papel importante a la hora de determinar cómo los niños desarrollan sus capacidades intelectuales y competencias socioemocionales. Numerosas intervenciones en materia de nutrición y salud que son importantes para la supervivencia y el crecimiento infantiles afectan directamente al desarrollo de los pequeños (Vaivada y otros, 2017). Además, el sector sanitario tiene un contacto considerable con las embarazadas, los cuidadores, los niños pequeños y las familias en su conjunto, sobre todo en el periodo comprendido desde el embarazo hasta los 3 años de edad. Para responder a los problemas que ponen en peligro el desarrollo de la primera infancia en todo el mundo, se necesitan iniciativas globales en las que la Organización Mundial de la Salud (OMS) desempeña un papel decisivo.
“Los niños necesitan el cuidado cariñoso y sensible para desarrollar sus capacidades innatas.”
La OMS se compromete a cumplir la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible (Naciones Unidas, 2015), lo cual implica lograr el Objetivo 3 (garantizar una vida sana y promover el bienestar de todos a todas las edades) y también ayudar a otros países a alcanzar otras metas de los ODS relacionadas con la salud, la nutrición, la equidad, la igualdad de género y la protección. La Estrategia Mundial de Salud de la Mujer, el Niño y el Adolescente (2016–2030) se propone garantizar que toda mujer, niño y adolescente tenga las mismas oportunidades para prosperar (Every Woman Every Child, 2015). Tanto los 17 objetivos recogidos en los ODS como las nueve áreas de intervención guardan relación con el desarrollo infantil.
Se habla de cobertura sanitaria universal (CSU) cuando todos los seres humanos reciben los servicios sanitarios de calidad que necesitan sin sufrir dificultades económicas por ello. Este objetivo está muy relacionado con la equidad, pues se trata de garantizar que todos los habitantes de un país tengan acceso a una gama completa de servicios que abarquen desde la promoción y la prevención hasta los cuidados paliativos. El trabajo de la OMS está perfectamente alineado con la meta 3.8 de los ODS, que se centra en el logro de la CSU, lo cual incluye la protección contra las dificultades económicas, la posibilidad de recibir servicios sanitarios esenciales de calidad y el acceso a vacunas inocuas, eficaces, asequibles y de calidad para todos. Para garantizar que todos los niños desarrollen plenamente su potencial, es fundamental lograr una cobertura sanitaria universal que llegue a los sectores más vulnerables de la población y no deje a nadie de lado. Sin ella, las familias y los niños marginados, tanto en los países pobres como en los ricos, tendrán dificultades para acceder a servicios sanitarios básicos y se privará a los pequeños de intervenciones esenciales para desarrollarse y crecer de forma sana.
El propósito del 13.º programa de trabajo general (2019–2023) de la OMS es mejorar drásticamente la salud de todas las personas (OMS, 2018). La OMS aspira a mejorar el capital humano recurriendo a la innovación con un enfoque que abarca toda la trayectoria vital y se centra sobre todo en las mujeres, los niños y los adolescentes. Su objetivo es garantizar la integración de los servicios y ofrecer a la gente el acceso a la información, los bienes y los servicios necesarios para sobrevivir y prosperar a todas las edades. Se obtendrán beneficios considerables si se hacen las cosas bien desde el principio y se sigue por el buen camino durante toda la vida, pues se ha demostrado que las modificaciones epigenéticas que tienen lugar durante el desarrollo en la primera infancia ayudan a envejecer de forma más saludable.
La OMS, a través de sus estados miembros, ayudará a crear entornos que favorezcan el desarrollo de la primera infancia mediante un compromiso político constante y de alto nivel, un marco jurídico y político adecuado, la disponibilidad de sistemas de supervisión y financiación eficaces, y mecanismos intersectoriales de coordinación y rendición de cuentas firmemente integrados en los sistemas de todos los niveles, hasta el comunitario. La implicación de las comunidades, junto con la disponibilidad de información pertinente y servicios sanitarios de calidad, facilitará a los progenitores y cuidadores la ayuda que necesitan para garantizar que sus hijos crezcan bien, estén sanos, aprendan de forma creativa y no padezcan situaciones de violencia ni lesiones.
El cuidado de los niños es una cuestión de derechos humanos y la Convención sobre los Derechos del Niño sitúa el desarrollo infantil en el centro de la agenda global. Para lograr la igualdad, es fundamental que a la hora de crear políticas y programas se tengan muy en cuenta los derechos de los niños. Solo así podremos evitar que se queden atrás los niños discapacitados y los que se crían en entornos humanitarios o en situaciones de conflicto.
Es imprescindible adoptar un enfoque que apueste por la cobertura sanitaria universal, con intervenciones y programas integrados entre los distintos sectores, como la educación, la protección social y la defensa de la infancia. El papel de la OMS consistirá en abrir sus plataformas, facilitar la investigación, establecer directrices basadas en pruebas y utilizar estudios científicos para permitir a los países ampliar la escala de las intervenciones que han demostrado su eficacia a la hora de promover el desarrollo de los niños pequeños. La OMS también se ocupará de cuestiones relacionadas con las mediciones: por ejemplo, colaborará en la creación de nuevos indicadores para evaluar el desarrollo de los niños desde el nacimiento hasta los 3 años de edad.
La OMS y Unicef, con la colaboración de la Alianza para la Salud de la Madre, el Recién Nacido, el Niño y el Adolescente y la Red de Acción por el Desarrollo de la Primera Infancia, han creado un Marco para el Cuidado Cariñoso y Sensible con el fin de ofrecer orientaciones sobre cómo intervenir (OMS y Unicef, 2018).
El marco explica que, si se adopta un enfoque que englobe todo el gobierno y toda la sociedad, será posible fomentar y reforzar el cuidado cariñoso y sensible que reciben los niños pequeños, y especifica qué principios se deben seguir para lograrlo, qué intervenciones estratégicas se necesitan y cómo supervisar los hitos esenciales para el progreso. Nos comprometemos a trabajar con nuestros estados miembros y todas las partes interesadas para poner en marcha el marco y establecer una conexión entre la supervivencia y la prosperidad para transformar el potencial humano.
Agradecimientos
Gracias a la doctora Bernadette Daelmans, la doctora Tarun Dua, la profesora Linda Richter y el profesor Mark Tomlinson por sus valiosas aportaciones a este artículo.
Las referencias bibliográficas aparencen en la versión PDF del artículo.
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