Diversos estudios de los ámbitos de la neurociencia, la biología, la genética y las ciencias sociales han demostrado de manera inequívoca que durante los primeros años de vida se sientan las bases de la salud, el bienestar y la productividad en la edad adulta (Shonkoff y otros, 2012). Cada vez existe más consenso no solo sobre la viabilidad de proteger, fomentar y favorecer el desarrollo de la primera infancia (ECD) mediante intervenciones y medidas de prevención (Engle y otros, 2011), sino también en considerar es te asunto como algo prioritario para la comunidad global. De hecho, el compromiso político de invertir en el ECD nunca había estado tan bien estructurado com o ahora.
Por ejemplo, el Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) 4.2 apuesta por el acceso universal a los cuidados de alta calidad durante la primera infancia y a la enseñanza preescolar como forma de garantizar que todos los niños lleguen a la escuela con la debida preparación. La Estrategia Mundial para la Salud de la Mujer, el Niño y el Adolescente del Secretario General de las Naciones Unidas trata de acelerar el avance hacia el cumplimiento de los ODS con el lema “Sobrevivir, prosperar, transformarse” (Every Woman Every Child, 2015). Estas iniciativas se han visto reforzadas por el Marco para el Cuidado Cariñoso y Sensible, lanzado en la asamblea de la Organización Mundial de la Salud (Organización Mundial de la Salud, 2017).
Cada una de estas inversiones conlleva una exigencia crítica: los gobiernos y otras partes implicadas tienen que instaurar indicadores que permitan llevar un seguimiento de lo conseguido con respecto a los objetivos y metas relacionados con el ECD. La cuantificación del progreso, tanto a escala nacional como global, es de vital importancia para garantizar y mantener el compromiso gubernamental con los objetivos y agendas globales. La mayoría de los instrumentos existentes para medir el ECD se han creado en países de renta alta y, a continuación, han sido adaptados y traducidos por investigadores independientes (por lo general, sin ninguna validación externa) para su uso en contextos no occidentales. Como estas herramientas son extensas, salen caras, exigen formación y conllevan restricciones por cuestiones de propiedad, no son útiles para el seguimiento poblacional y programático que requieren los ODS y los países interesados en invertir en programas de ECD.
Ante la ausencia de instrumentos adecuados para medir el desarrollo normal de los niños en varios contextos, se ha recurrido a indicadores sustitutivos, como el índice de pobreza y retrasos en el crecimiento, para calcular el número aproximado de niños que no desarrollan plenamente su potencial (Black y otros, 2017; Grantham-McGregor y otros, 2017). Sin embargo, estos indicadores sustitutivos no están directamente vinculados al ECD ni son lo suficientemente precisos para llevar a cabo un buen seguimiento poblacional ni para realizar comparaciones o evaluar programas. Por lo tanto, se necesitan otras formas de medir el ECD que se puedan aplicar globalmente a nivel poblacional o programático.
¿Qué es la Global Scale for Early Development?
La Global Scale for Early Development (GSED) o Escala Global para el Desarrollo de la Primera Infancia trata de colmar esta laguna mediante dos instrumentos validados y estandarizados internacionalmente para medir el ECD de los menores de 3 años a nivel poblacional (formulario breve) y programático (formulario extenso).
Un equipo multidisciplinar liderado por la Organización Mundial de la Salud está desarrollando estos instrumentos mediante la armonización de tres iniciativas ya existentes: el Infant and Young Child Development (IYCD), el Caregiver Reported Early Development Instrument (CREDI), y el Global Child Development Group (GCDG) (McCoy y otros, 2016; Richter y otros, en imprenta).
“Hasta ahora se han seleccionado tres países para las pruebas sobre el terreno y se están estudiando otros países y oportunidades de financiación adicional.”
Los dos instrumentos de la GSED se construyen a partir del mismo banco de ítems (en el cuadro se explica la metodología). El primero es u n instrumento breve basado en información aportada por el cuidador concebido para la medición a nivel poblacional con el fin de:
- evaluar el estado del desarrollo infantil en el mundo y crear mapas al respecto
- señalar las poblaciones que más ayuda necesitan, con una supervisión del impacto de las emergencias humanitarias y otras crisis
- hacer un seguimiento de las trayectorias del desarrollo infantil a lo largo del tiempo a nivel poblacional, y
- controlar las ventajas de las políticas y los programas de ámbito nacional.
El segundo es un instrumento más extenso para evaluar programas que combina la evaluación directa con la información aportada por el cuidador para cuantificar el efecto de las intervenciones en el desarrollo temprano. Ambos formularios se han diseñado de modo que sean culturalmente neutros (una vez traducidos, se pueden utilizar en otros lugares con adaptaciones mínimas y son pertinentes en contextos diferentes); sencillos de administrar; de acceso libre y disponibilidad gratuita; aceptables y comprensibles para los niños y los cuidadores; y fácilmente interpretables tanto para el personal de los programas como para los responsables de las políticas.
Estos instrumentos se han concebido como medidas holísticas del ECD, para ser interpretados a nivel poblacional o de grupo, no para hacer revisiones ni diagnósticos individuales. Los datos recopilados con la GSED brindarán la base conceptual y empírica para desarrollar en el futuro “normas” que permitan supervisar la proporción de niños cuyo desarrollo está bien encauzado.
Metodología: cómo se creó la GSED y los instrumentos de medición
El equipo de la GSED creó el perfil del producto objetivo describiendo las metas, los usos y los estándares de validez y fiabilidad que se esperaba obtener en los instrumentos finales. El banco de ítems se construyó a partir de datos longitudinales y transversales recopilados previamente por los tres grupos: por ejemplo, datos de 51 cohortes de países de renta media y baja obtenidos con 22 instrumentos de medición del ECD ya consolidados (con 2275 ítems de desarrollo diferentes), que representaban a más d e 73.000 niños anonimizados con 109.079 evaluaciones.
En varias iteraciones de valoraciones independientes realizadas por seis expertos en la materia, se crearon mapas (Lancaster y otro s, 2018) para tender puentes entre los instrumentos de ECD existentes mediante la conexión de ítems similares de los distintos instrumentos en “grupos equiparados”. En un paso sucesivo de modelización estadística, se comparó el ajuste de dos modelos estadísticos con el conjunto de datos combinado: (a) un modelo de respuesta al ítem logístico de dos parámetros (2PL); y (b) un modelo Rasch. Los resultados de ambos enfoques eran comparables.
Debido a su interpretabilidad y a su parsimonia teórica y computacional, al final se optó por un modelo Rasch unidimensional. A continuación, varios expertos en la materia revisaron los ítems de cada instrumento que se ajustaban a este modelo Rasch para su inclusión en la GSED, según varios aspectos de cada ítem: la representación de dominio y edad, la viabilidad y la adecuación cultural y de desarrollo. Este conjunto completo de ítems de la GSED se examinará más a fondo en una fase sucesiva de pruebas sobre el terreno.
Dadas las propiedades del modelo Rasch, los puntajes de la GSED se utilizan para representar un solo rasgo continuo y latente del ECD, que denominamos “puntaje D de desarrollo” (Jacobusse y otros, 2006; Jacobusse y van Buuren, 2007; van Buuren, 2014). Este puntaje D se puede estandarizar por edad para crear un “puntaje Z de la relación desarrollo-edad (DAZ)” similar a datos antropométricos como el puntaje Z de la relación altura edad (HAZ) y el puntaje Z de la relación peso-edad (WAZ). Este puntaje DAZ se podría utilizar para comparar el desarrollo de los niños en distintos contextos globales.
Una ventaja del enfoque basado en la teoría de respuesta al ítem/Rasch, que se seguirá estudiando en las pruebas sobre el terreno, es que se pueden implantar pruebas adaptativas en tabletas. Las simulaciones iniciales son prometedoras, pues se observa una reducción considerable en la carga administrativa y de los participantes, sin que las pruebas pier dan fiabilidad.
Planes a corto plazo y dirección de futuro
Proponemos evaluar las propiedades psicométricas de los instrumentos de la GSED mediante pruebas sobre el terreno en al menos seis país es (más de 1500 niños por país). El objetivo es elegir países que sean diferentes por geografía, idioma, cultura y renta, para evaluar la fiabilidad y la validez de los instrumentos (por ejemplo, validez predictiva a corto plazo y sensibilidad a la edad de los niños y los factores ambientales del contexto, como el nivel de estudios de las madres y el estado nutricional de los pequeños) .
Hasta ahora se han seleccionado tres países para las pruebas sobre el terreno (Bangladesh, Pakistán y Tanzania) y se están estudiando otros países y oportunidades de financiación adicional. Después de realizar las pruebas de campo, así como una revisión y análisis rigurosos, se podrán utilizar a escala global los materiales administrativos y de formación relativos a la GSED. En el futuro tal vez se lleven a cabo más pruebas sobre el terreno en otras zonas del mundo y se redacten recomendaciones que ayuden a organizar y mostrar los indicadores necesarios para tomar decisiones a escala nacional, así como para elaborar informes sobre los ODS a escala global.
Nos comprometemos a colaborar con otras organizaciones que deseen medir el desarrollo infantil, como Unicef, el Banco Mundial, UNESCO, el Banco Interamericano de Desarrollo y otras entidades interesadas en la supervisión a nivel poblacional. Garantizaremos la transparencia y fomentaremos la coordinación de los distintos instrumentos con el objetivo último de integrar la medición del desarrollo de los niños desde el nacimiento hasta los 8 años, para promover así el uso de datos sistemáticos que permitan hacer un seguimiento del progreso logrado dentro de cada país y en el mundo. De este modo, la GSED funcionará como recurso global para medir de forma rigurosa, interpretable y útil el bienestar con respecto al desarrollo durante los primeros años de la vida, una fase de importancia crucial.
Las referencias bibliográficas aparencen en la versión PDF del artículo.