Para afrontar la epidemia de Covid-19, en marzo de 2020 el gobierno de Bangladesh, como muchos otros, impuso medidas de restricción de movimientos que transformaron drásticamente el mundo conocido hasta entonces. Las oficinas y otros lugares de trabajo, las escuelas y la mayoría de las tiendas cerraron de forma temporal. De repente, hubo que adaptarse a una nueva realidad que complicaba el día a día con el teletrabajo, el desempleo temporal, las clases en casa y la ausencia de contacto físico con familiares, amigos y compañeros. Al mismo tiempo, la gente afrontaba el miedo de contraer el virus o de que la enfermedad afectase a sus seres queridos más vulnerables.
El apoyo psicosocial se convirtió en algo crucial en este periodo. La población infantil es especialmente vulnerable, debido al cierre prolongado de los colegios. Según la UNESCO, hasta ahora la crisis ha afectado a la educación de casi 1600 millones de alumnos de 190 países y se prevé que las tasas de abandono escolar aumenten en el futuro próximo. Esta situación, sumada a otros factores de estrés relacionados con el confinamiento, podría tener consecuencias graves a largo plazo, como retrasos en el desarrollo cognitivo, emocional y social de los niños. Como los más pobres serán los más afectados, se prevé que los confinamientos hagan aumentar las desigualdades existentes en todo el mundo y tengan repercusiones durante los próximos años.
El BRAC (Bangladesh Rehabilitation Assistance Committee), la ONG más grande del mundo, se basa en el principio de apoyar a los más vulnerables, sobre todo en tiempos de crisis. Nos dimos cuenta de que era urgente garantizar que todos los niños tuviesen la oportunidad de seguir aprendiendo desde casa, así que ideamos varias iniciativas de respuesta a la pandemia, como un modelo de telecomunicación llamado Pashe Achhi (“Junto a ti” en bengalí) que brinda apoyo psicosocial a los padres y cuidadores y propone a los niños formas lúdicas de aprender desde casa, con el objetivo de mitigar los efectos adversos que tiene la situación para unos y otros.
El modelo Pashe Achhi
Antes de la pandemia, el BRAC organizaba los llamados Play Labs (talleres lúdicos) para niños de 4–5 años, que tenían lugar en las escuelas primarias públicas de Bangladesh, así como Humanitarian Play Labs para los rohinyás de entre 0 y 6 años refugiados en los campos de Cox’s Bazar. Tanto en el contexto de las escuelas como en el humanitario, las mujeres jóvenes de la comunidad (a las que se denomina “líderes de juego”) se ocupan de facilitar una serie de actividades lúdicas creadas para fomentar el desarrollo físico, cognitivo, lingüístico y socioemocional de los pequeños.
En marzo de 2020, cuando el gobierno ordenó cerrar los centros de enseñanza, hubo que interrumpir estos encuentros cara a cara. Había que revisar y adaptar la forma de intervenir, así que las líderes de juego y otras personas que trabajaban en primera línea fueron puerta a puerta para concienciar a las familias sobre la Covid-19 y pedirles sus números de teléfono móvil, para mantener el contacto periódicamente. Pronto en el BRAC descubrimos que a los niños les encantaba recibir estas llamadas y que los cuidadores se sentían más valorados y seguros.
“Pronto en el BRAC descubrimos que a los niños les encantaba recibir estas llamadas y que los cuidadores se sentían más valorados y seguros.”
A mediados de abril de 2020, el BRAC lanzó una plataforma nacional de consejerías a distancia llamada Moner Jotno Mobile E, en colaboración con la organización Kaan Petey Roi y la Clínica de bienestar y salud psicológica, para prestar asistencia psicosocial a los afectados por la pandemia. A continuación, retomamos el marco conceptual, las directrices éticas, las políticas de protección, los guiones y la estructura de las llamadas que habíamos desarrollado para este servicio y los combinamos con nuestra experiencia en aprendizaje lúdico para ofrecer a las líderes de juego una programación de actividades que se pudiesen practicar a distancia.
Durante el resto del mes de abril, el BRAC reunió a 37 creadores de actividades lúdicas y 37 psicólogos para idear una programación que combinase el apoyo psicosocial con el aprendizaje lúdico. Los guiones se modificaron para adaptarlos a las necesidades educativas de las distintas edades, tanto en el contexto humanitario de los campos de refugiados rohinyás como en las escuelas de Bangladesh, se probaron en una fase piloto y se fueron perfeccionando según los comentarios recibidos.
A continuación, se formó al personal de primera línea (en total, 211 asistentes de proyecto, organizadores de proyecto y para-counsellors), los cuales a su vez formaron a las líderes de juego con la ayuda de grabaciones de los guiones. Era fundamental que los formadores de todos los niveles comprendiesen la importancia de la empatía y la escucha activa de los padres y cuidadores. Durante la formación, se insistió en que no se trataba solo de seguir el guion en las llamadas, sino de escuchar y apoyar a los beneficiarios.
La formación de los facilitadores se llevó a cabo en distintos lugares de Bangladesh a lo largo de cuatro días a principios de mayo, y el modelo se lanzó el día 7 de mayo. Las líderes de juego empezaron a llamar a las familias una vez a la semana para entablar una conversación de 20 minutos según los guiones preparados, que son sencillos y no cambian mucho de una semana a otra:
- En el caso de los refugiados rohinyás de entre 0 y 2 años, el objetivo es dar a las madres y los cuidadores un apoyo psicosocial básico y consejos sobre cómo cuidar a los pequeños y cómo protegerse de la Covid-19.
- Cuando los niños de los campos rohinyás tienen entre 2 y 6 años, las líderes de juego interactúan también con ellos (con actividades como recitar poesías tradicionales llamadas kabbiyas), aparte de hablar con las madres y los cuidadores para darles un apoyo psicosocial básico, consejos sobre salud e higiene y sugerencias para estimular a los pequeños.
- En el caso de los niños de 4 o 5 años de las escuelas de Bangladesh, las líderes de juego les proponen actividades al teléfono como recitar poesías en bengalí y hablan con las madres y los cuidadores para darles un apoyo psicosocial básico, sugerencias sobre cómo relacionarse con los niños y consejos sobre salud e higiene.
En la formación del personal que realiza las llamadas se ha insistido en la importancia de la transparencia en cuanto a las directrices éticas y de protección que tienen que respetar. Dicho personal tiene que firmar las políticas de protección, mientras que las personas que reciben las llamadas tienen derecho a rechazar el servicio. En el momento de redactar este artículo, se ha atendido al 80% de los beneficiarios de los campos rohinyás y a más del 90% de los de la comunidad de acogida.