“Tenía que levantarme a las 4 de la mañana… Dejaba a mi hija en casa de los vecinos, todavía dormida, y me iba a la estación. Cogía el tren muy pronto para no llegar tarde al trabajo, porque suele haber retraso. Por eso mi hija se quedaba con los vecinos, porque a las 4 no hay guarderías abiertas.”
Entrevistador: “¿Qué ocurre si un día no están los vecinos?”
“Ahhh unotorega kuenda kubasa kwacho [Te quedas sin trabajo]. Por eso es difícil tener a mi hija conmigo.”
(Akumzi, Ciudad del Cabo)
Akumzi trabaja en Sudáfrica mediante una plataforma digital con un funcionamiento similar al de Uber, que conecta a los trabajadores con hogares que necesiten servicios de limpieza doméstica. Los defensores de este tipo de sistemas dicen que generan empleo y que las condiciones laborales pueden ser mejores que con otras alternativas de las grandes economías informales. Aseguran que, gracias a su flexibilidad, permiten en especial a las mujeres conciliar el trabajo remunerado con el cuidado no retribuido de los niños1. En nuestro estudio reciente hemos observado las experiencias de las mujeres con el trabajo por encargo en Kenia y Sudáfrica para comprobar si estos argumentos reflejan la realidad (Hunt y otros, 2019) y hemos constatado cómo afecta esta forma laboral al cuidado de los niños.
Hemos descubierto que, aunque muchas personas consideraban esta forma de trabajar más flexible que otras, no resultaba nada fácil cuidar de los niños pequeños, en gran parte debido a los horarios imprevisibles, los desplazamientos largos y la necesidad de salir de casa muy temprano2. En las entrevistas realizadas a mujeres que utilizaban una plataforma de trabajo doméstico en Sudáfrica3, estas nos revelaron las estrategias que adoptaban para afrontar estas dificultades. En un contexto caracterizado por las limitaciones a la hora de acceder al cuidado formal y por las estructuras familiares fragmentadas, se recurría con frecuencia a las redes de cuidado informal, principalmente a los parientes (Figura 1).
Entre las estrategias habituales, la más preocupante era el hecho de dejar en casa a los niños pequeños sin la supervisión de un adulto. En total, el 24% de las encuestadas dijeron que habían dejado a un menor de 5 años solo durante más de una hora en una semana, mientras que otro 9% había dejado al pequeño a cargo de otro niño menor de 10 años4.
Las mujeres que con más probabilidad dejaban a sus hijos sin la supervisión de un adulto eran aquellas que solían cuidarlos ellas mismas. El segundo lugar lo ocupaban aquellas que recurrían al cuidado infantil formal o a servicios de pago, lo cual indica que las deficiencias de los sistemas de cuidado formal constituyen un factor de alto riesgo. Las entrevistas que realizamos corroboraban esta idea: al parecer, era más probable que los niños se quedasen solos a las horas en que los servicios de cuidado formal no estaban disponibles, como a primera hora de la mañana. Además, quienes trabajaban por encargo con horarios imprevisibles no utilizaban servicios de cuidado infantil formal, como las guarderías, que exigieran el pago de una cuota mensual.
También hay un alto porcentaje de niños que se quedan solos entre aquellos que otras veces están a cargo de un cónyuge o de otro hijo varón, lo cual parece indicar que estas soluciones no son fiables ni están siempre disponibles. En cambio, la cantidad de niños que se quedan solos es más baja cuando se cuenta con la ayuda de vecinos, amigos y otras personas; parientes; u otros hijos (especialmente niñas). Hay que tener en cuenta que la encuesta se ha llevado a cabo con una muestra pequeña, así que los resultados solo ofrecen una idea aproximada de la situación5. De todas formas, combinados con nuestro trabajo de campo cualitativo, señalan lo importantes que son las redes informales y la familia para garantizar el cuidado infantil, y los riesgos que corren los niños cuando no se cuenta con esta ayuda.
FIGURA 1 Quién se ocupa de los hijos de las trabajadoras por encargo sudafricanas cuando desempeñan tareas remuneradas y porcentaje de niños que se quedan sin la supervisión de un adulto una semana.
Fuente: Hunt y otros, 2019: 60
Estos resultados son claramente preocupantes y corroboran la necesidad de servicios de cuidado infantil de alta calidad accesibles, tal como han expresado las participantes del estudio. Asimismo, lanzan la voz de alarma en cuanto a la necesidad de una fuerte intervención pública para promover la inversión en la infraestructura del cuidado e insistir en que las empresas privadas (incluidas las que no se consideran a sí mismas empleadoras) hagan lo que les corresponde.
Se pueden consultar referencias en la versión en PDF del artículo.
1 ”Las mujeres se hacen cargo de una parte desproporcionada de las tareas del hogar y del cuidado de los niños y los ancianos dependientes, así que las formas de trabajo flexibles las ayudan a compatibilizar todo” (Manyika y otros, 2016: 43).
2 La necesidad de madrugar mucho y afrontar desplazamientos largos parece ser especialmente marcada entre quienes trabajan por encargo. La exigencia de empezar muy temprano se debía a que los clientes querían conocer a la trabajadora antes de salir de casa para iniciar su jornada laboral, mientras que el tiempo de desplazamiento era especialmente largo cuando las mujeres realizaban más de un encargo en un día.
3 N = 327. Véase Hunt y otros (2019) para conocer más a fondo nuestro método, consistente en una encuesta realizada en nueve rondas con un sistema de respuesta vocal automatizada, en la que participaron cientos de trabajadoras por encargo, además de entrevistas más detalladas y debates en grupo con unas pocas trabajadoras y otras personas con información clave que aportar.
4 No tenemos datos relativos a la población sudafricana que se puedan comparar directamente. La única información al respecto que hemos encontrado procede de la encuesta general de hogares de 2017, en la que se pregunta dónde pasan los menores de 6 años “la mayor parte del tiempo durante el día”, si no están escolarizados ni disponen de un servicio de cuidado infantil formal. Menos del 0,5% de este grupo se había quedado a cargo de un menor de 18 años (datos de STATS SA, 2018).
5 Al realizar una prueba H de Kruskal-Wallis, no se observaron diferencias estadísticamente relevantes en cuanto a la probabilidad de que una encuestada dejase a su hijo solo según quién se ocupase habitualmente del pequeño/s: X2(7) = 7,085, p = 0.4201