La próxima meta de las ciencias del comportamiento
Cómo aplicar lo que sabemos sobre el comportamiento a los programas de crianza
Cómo aplicar lo que sabemos sobre el comportamiento a los programas de crianza
El comportamiento de los padres y las madres durante los primeros años de vida de sus hijos e hijas afecta a largo plazo y de manera importante a su desarrollo. Todos los estudios concluyen que, en las familias con niveles inferiores de ingresos y de formación, es menos probable que se adopten prácticas como la lactancia materna, la vacunación, la lectura y los hábitos de disciplina positiva. Últimamente las intervenciones encaminadas a modificar los comportamientos parentales cada vez se inspiran más en un enfoque basado en las ciencias del comportamiento, distinto de los métodos convencionales.
El enfoque convencional de los programas de crianza se basa en la premisa del análisis económico clásico, según el cual la gente se comporta de forma racional con el objetivo de maximizar algo, aunque ese «algo» no sea ortodoxo. Por ejemplo, si un padre o una madre dedica tiempo a leer a su hijo, se da por hecho que ha decidido de forma racional maximizar el potencial de aprendizaje del niño o niña. En cambio, si opta por ver la televisión, se podría suponer que está actuando de forma racional para maximizar su propio descanso en el momento presente.
Hasta hace poco, en el campo de la economía rara vez se aceptaba que quizá la gente simplemente no supiese lo que estaba haciendo: se daba por hecho que un individuo siempre hacía lo que suponía que era mejor según las circunstancias. Podía ocurrir que faltase información (por ejemplo, que las familias ignorasen los beneficios de leer a los niños y niñas) o que no tuviesen dinero para comprar libros. Los programas basados en este enfoque convencional a veces tratan de superar estas dificultades explicando a las familias la importancia de la lectura o proporcionándoles libros.
Una posible consecuencia de este planteamiento es crear un discurso que acaba culpando a las familias de los problemas de desarrollo que puedan presentar los niños y las niñas. Según esta teoría, si se ha explicado a los padres y las madres lo importante que es leer a los niños y se les han facilitado libros pero aun así dan prioridad a otras cosas, se los considera responsables de los resultados educativos de sus hijos o hijas en fases posteriores de la vida.
Sin embargo, se ha observado claramente que muchas familias con ingresos bajos y un nivel de estudios inferior aseguran que quieren hacer cosas como leer a los niños o niñas, aunque luego no lo cumplan. Las intervenciones basadas en las ciencias del comportamiento tienen en cuenta esta realidad y tratan de descubrir qué factores dan lugar a esa divergencia entre lo que se sabe y lo que se hace. En lugar de centrarse únicamente en la información y las cuestiones económicas, estudian aspectos como los procesos de atención y de toma de decisiones.
Cuando alguien tiene que tomar una decisión difícil o urgente, tiende a recurrir a atajos mentales, lo que se denomina «heurística» (Gigerenzer y Selten, 2001, pág. 12). En las ciencias del comportamiento, se ha observado una serie de «sesgos cognitivos» que influyen en la heurística y que pueden provocar esa toma de decisiones «irracional» que lleva a la gente a hacer algo distinto de lo que dice que quiere hacer. Hay al menos dos características de la crianza potencialmente importantes que hacen que los padres y las madres sean especialmente proclives a la heurística y a los sesgos cognitivos.
En primer lugar, el rendimiento de las inversiones en crianza es incierto y se materializa muy a largo plazo. Cuando las familias dedican tiempo a actividades como la lectura, el coste es inmediato, mientras que los resultados no se cosecharán hasta muchos años después. Hay otras actividades que ofrecen resultados al instante. El «sesgo del presente» es un sesgo cognitivo que lleva a dar más peso a las recompensas inmediatas y ciertas que a las dudosas y lejanas en el tiempo (O’Donoghue y Rabin, 2015).
“En muchas situaciones, se reacciona de forma automática para ahorrar tiempo y esfuerzo mental, pero esto acaba creando hábitos”.
En segundo lugar, con frecuencia la crianza exige tomar decisiones sobre la marcha: cuando un niño corre hacia una calle con tráfico o se pone a gritar en el supermercado porque quiere una golosina, no hay mucho tiempo para pensar qué hacer. En muchas situaciones, se reacciona de forma automática para ahorrar tiempo y esfuerzo mental, pero esto acaba creando hábitos: por ejemplo, cuando los niños o niñas están irritables o inquietos, la respuesta automática podría ser ponerlos delante de una pantalla en lugar de proponerles cantar, jugar a algo o leer un cuento.
Los sesgos cognitivos que afectan a una persona, así como la heurística a la que recurre, pueden ser diferentes por diversos motivos, como su nivel de estrés, la composición de sus redes de apoyo o las experiencias que ha vivido durante su propia infancia. Los programas de crianza basados en las ciencias del comportamiento tratan de detectar y afrontar los atajos cognitivos que pueden interferir en ciertas prácticas de los padres y las madres.
Mayer y otros (2019) han probado una intervención basada en las ciencias del comportamiento diseñada para aumentar la cantidad de tiempo que dedican las familias de bajos ingresos a leer con sus hijos e hijas. El estudio partía de la hipótesis de que el sesgo del presente podría resultar clave, así que la intervención se diseñó para superarlo con una serie de herramientas conductuales (establecimiento de objetivos, retroalimentación, recordatorios puntuales y recompensas sociales) que permitiesen «traer el futuro al presente» y ayudar a las familias a adoptar el hábito de leer a sus hijos e hijas con regularidad. Estas herramientas se implementaron mediante mensajes de texto, para que a las familias con ingresos bajos les resultase relativamente fácil participar en el programa a pesar del ajetreo, los imprevistos y el estrés del día a día.
Antes de la intervención, se aplicaron técnicas estándar para analizar hasta qué punto cada participante se veía afectado por el sesgo del presente (Andreoni y Sprenger, 2012). Las familias que no presentaban este sesgo ya leían con frecuencia a los niños y las niñas, así que en esos casos la intervención generó pocos cambios. Por el contrario, el programa logró importantes resultados a la hora de aumentar el tiempo de lectura en las familias proclives al sesgo del presente: en términos estadísticos, la mejora se cuantifica en una desviación estándar de 1.
Este estudio demuestra que es posible detectar y corregir los sesgos cognitivos que afectan al modo de tomar decisiones de las familias; no solo en lo que se refiere a la lectura, sino que se podría abordar toda una gama de comportamientos de cuidado cariñoso y sensible que sabemos que son cruciales para el desarrollo infantil. Las herramientas basadas en el comportamiento que están encaminadas a modificar la forma de actuar de los padres y las madres suelen presentar la ventaja de ser fáciles de aplicar, poco costosas y escalables.
“Hay que diseñar estas herramientas de forma que generen no solo un cambio de comportamiento, sino también los resultados esperados en el desarrollo infantil”.
No obstante, hay que diseñar estas herramientas de forma que generen no solo un cambio de comportamiento, sino también los resultados esperados en el desarrollo infantil: por ejemplo, un aumento del tiempo dedicado a la lectura no tiene por qué traducirse en mejoras en la alfabetización si quien lee a los niños y niñas lo hace con desgana (Kalil y otros, 2022).
Identificar los enfoques conductuales para mejorar la crianza en términos cuantitativos y cualitativos es la próxima meta de la teoría y la práctica de las ciencias del comportamiento y del desarrollo de la primera infancia.
Todas las referencias se encuentran en la versión PDF de este artículo.
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